La diplomacia popular como instrumento para superar la fragmentación global: del problema a las soluciones

La diplomacia popular como instrumento para superar la fragmentación global: del problema a las soluciones

En la vida cotidiana, el concepto de fragmentación global no siempre es fácilmente comprendido. Por lo general, lo asociamos con el presente y lo vinculamos a tensiones entre países, conflictos armados, el colapso de acuerdos económicos internacionales e incluso a las consecuencias del cambio climático que no impactan por igual a todos. Estas percepciones son indudablemente acertadas. No obstante, lo que pocas veces pensamos es que esta fragmentación tiene orígenes mucho más antiguos; inicia en la costa árida de un río que ya no existe, en una aula vacía, en un hogar sin alimento o incluso en una casa hecha de cartón, como se les conoce en ciertos países. Allí germina, en medio del abandono.

En América Latina, África y diversas áreas del mundo, muchas personas no tienen acceso a agua limpia, educación, atención médica o una vivienda adecuada. Sin embargo, esto no se trata solo de una crisis humanitaria: es un generador de violencia. Tal como lo señaló Johan Galtung, la violencia estructural es aquella que impide satisfacer necesidades básicas[1]: generando así una ruptura o fragmentación social desde sus cimientos. La falta de empleo, el hambre de unos hijos que una madre no puede saciar y la inacción gubernamental convierten el futuro en un espejismo lejano y alimentan la desesperación. Y donde la desesperación se arraiga, emergen las armas, las pandillas, los grupos insurgentes, el crimen y el éxodo.

En OIVA | Organización Internacional Valoramos el Ambiente, entendemos que los debates sobre cambio climático, paz, integración y cooperación internacional, entre otros temas, pierden relevancia si no consideramos profundamente el contexto actual de las personas en el mundo, donde se encuentran las verdaderas causas de la división humana. Por ello, creamos nuestro programa insignia: “Agua para la Vida: El Gran Reto de la Humanidad”, que nos lleva a acercarnos a esas personas, comunidades que, de por si pasan desapercibidas por los gobiernos. Este proyecto no se limita al acceso al agua como recurso, sino que busca generar un cambio profundo en las condiciones de vida desde sus raíces, llevando educación, consciencia, valores y respeto.

En 2024, en una vereda remota de Fiyi, se implementó un generador atmosférico de agua impulsado por energía solar, capaz de producir hasta 500 litros diarios de agua potable. Este proyecto no representó únicamente una solución tecnológica, sino que también surgió como una respuesta concreta a una problemática estructural: familias que enfrentaban la falta del recurso más esencial para vivir y recibir educación.

Este proyecto, desarrollado en alianza con nuestro socio tecnológico, ejemplifica cómo la diplomacia popular puede actuar allí donde la geografía, la pobreza y el olvido han erosionado la dignidad. En contextos marcados por el aislamiento, el agua se convirtió en un lenguaje común, en una herramienta de inclusión y en un acto de reparación.

No nos limitamos a levantar infraestructuras; construimos confianza. Promovemos valores, fomentamos la conciencia colectiva y devolvemos a las comunidades su perspectiva de futuro. Porque cuando una familia recupera la fe en el mañana, no es únicamente por el agua que tiene hoy, sino por la esperanza y la dignidad que ha ganado a lo largo del camino.

La diplomacia del pueblo, en nuestra opinión, no es una idea vaga ni un acto simbólico: es una manera real de dedicarse a la humanidad. Trascendemos los discursos y los protocolos para encarnar una diplomacia que escucha con humildad, dialoga con empatía, construye con esperanza y actúa con determinación. No nos desplazamos en los salones de las cumbres ni en el contenido de los acuerdos; avanzamos junto a las comunidades, formamos lazos con autoridades locales y empresas responsables, y damos vida a proyectos trinacionales que unen territorios, culturas y corazones. Porque creemos que solo desde la conexión real entre los pueblos es posible proteger lo más sagrado: la vida misma y la paz duradera.

Cada comunidad vulnerable que logramos identificar, ya sea en las laderas urbanas o en los pueblos más remotos, se transforma en un lugar de intercambio y aprendizaje. En los lugares donde el gobierno no llega, nosotros traemos educación, colaboración y respeto. Construimos conexiones entre jóvenes, técnicos, voluntarios, líderes indígenas, universidades y organizaciones internacionales. Esa es la esencia de la diplomacia genuina: cuando un joven colombiano, una ingeniera rusa y un agricultor africano se unen para desarrollar un pozo, una escuela o una planta solar.

Nuestro enfoque se fundamenta en datos, análisis y resultados que puedan medirse. Sin embargo, también está profundamente arraigado en la humanidad. La división global no se resuelve únicamente con pactos entre países. Se combate cuando una madre elimina la violencia como su única salida. Cuando un niño ya no necesita recorrer largas distancias para conseguir agua. Cuando las comunidades perciben que son escuchadas, apreciadas e integradas.

Mientras los gobiernos debaten, nosotros tendemos puentes. Mientras las desigualdades digitales, ecológicas y sociales se amplían, trabajamos para acortar esas distancias. No utilizamos palabras grandilocuentes, sino que actuamos con acciones claras. En un contexto global donde la fragmentación ya no es un riesgo distante, sino una realidad evidente, creemos firmemente que la diplomacia popular respaldada por hechos es la herramienta más poderosa. Sin embargo, debe ser dinámica, auténtica y audaz.

Hablar de paz no basta, es necesario crearla. Su construcción comienza desde la base, con la unión de manos distintas, con el respeto entre culturas y el desarrollo de proyectos compartidos. En OIVA y Agua para la Vida, asumimos esa misión: reparar las fracturas del mundo gota a gota, puente a puente, vida a vida.      


[1] Galtung, J. (1969). Violence, peace, and peace research. Journal of Peace Research, 6(3), 167-191.

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Aldo Villarreal es un líder visionario en sostenibilidad, energía renovable y soluciones tecnológicas ambientales. Trabaja con la firme convicción de que es posible transformar y sanar el planeta a través de la acción, la innovación y una visión ética del desarrollo. Su propósito es claro: dejar un mundo más limpio, justo e igualitario para las generaciones futuras. Con ese compromiso, dedica su conocimiento, energía y liderazgo a proyectos que convierten los grandes retos ambientales en oportunidades de cambio real y sostenible.