Cuando el grifo tose, decidimos gestionar el agua

Cuando el grifo tose, decidimos gestionar el agua

Del aviso (2018) a la decisión (2025): tecnología, acuerdos y cultura del agua.

Aldo Villarreal

Editorial

En 2018 escribí este artículo como un aviso. Hoy, 2025, escribo para decidir. He visto aulas que racionan su sed y campos pendientes del cielo. Una de cada cuatro personas sigue sin agua potable gestionada con seguridad. No basta con conmovernos: hay que gestionar. Desde OIVA y el programa Agua para la Vida, pasamos del diagnóstico a las rutinas: medir, mantener, educar. Este texto no es un lamento: es un plan en primera persona.

El agua puede nacer del aire, pero vive en nuestras manos.

En la escuela de una pedanía agrícola, la maestra gira el grifo antes del recreo. El tubo tose aire caliente. Apenas devuelve un hilo. No es un accidente: es la coreografía diaria de quien aprende a racionar la sed. Afuera, las sombras de los invernaderos son un ajedrez de luz, y la pizarra anuncia “ciencias naturales” mientras un bidón de plástico guarda los últimos litros fríos del día anterior.

No es una estadística: es una escena. Y, sin embargo, las cifras cuentan lo que los ojos ya saben. Llevamos años preguntándonos si habrá agua para todos y para todo. En 2018 lo escribí como un aviso; hoy, 2025, lo relatamos como una decisión.

Hoy, 1 de cada 4 personas aún carece de agua potable gestionada con seguridad, mientras que la agricultura concentra alrededor del 70% de las extracciones de agua dulce. En el aula, esos números se traducen en rutinas para racionar la sed.


El día que el aire trajo un vaso de agua

Escena compuesta basada en visitas y pilotos de OIVA (2018–2025).

Llegué temprano con mi equipo —dos técnicos—, paneles solares, un pequeño equipo de generación atmosférica (AWG) y una libreta de bitácoras. No traje milagros; traje un acuerdo. Los niños la miraron como se mira un cometa. La directora, acostumbrada a cuadrar turnos de limpieza según el horario del camión cisterna, preguntó lo esencial: «¿Será agua segura?»

La máquina empezó a trabajar con el sol. El aire, que parecía solo calor, se volvió brisa medida. El primer vaso fue para la enfermera del colegio: potabilidad verificada, cloro libre en rango, conductividad en su sitio. Me pregunté si esa tranquilidad podría quedarse cuando nos fuéramos. Ese día entendí que traer agua es el inicio; que quedarse es diseñar la rutina. Los alumnos hicieron fila no para probar un sabor nuevo, sino para celebrar una tranquilidad: la de saber que, cuando el grifo tose, hay un plan B que no depende de la buena suerte.

“¿De verdad el agua nace del aire?”, preguntó un niño. “Sí, pero lo importante es cómo la cuidamos después”, respondió la maestra. Así empezó el cambio de conversación: del asombro a la responsabilidad.

La diferencia no es el primer vaso — es saber que mañana también habrá”, dice la directora.


Lo que cambió entre 2018 y 2025

El clima se endureció, las sequías se hicieron más largas y las ciudades aprendieron que la continuidad del servicio vale tanto como la capacidad instalada. La agricultura —motor y orgullosa memoria de estas tierras— confirmó que puede ser víctima de la escasez y, a la vez, protagonista de la solución. En OIVA entendimos esto y yo lo aprendí en terreno: cada litro cuenta dos veces, cuando se produce y cuando se gestiona.

Por eso nuestro programa Agua para la Vida no va de máquinas, sino de gobernanza. Tecnología donde hace falta; bitácoras y mantenimiento donde es imprescindible; reglas claras donde duele perder litros. Tarifas sociales que reconocen vulnerabilidad; modelos por litro que transparentan costos; formación para que la escuela no solo beba, sino que enseñe a beber mejor.


Tres escenas que explican una estrategia

1) El campo. Un regante mira el parte meteorológico y ajusta riegos por la noche. Hemos sectorizado su parcela y medimos pérdidas; cada válvula bien cerrada es una lluvia pequeña. No le pedimos que renuncie a su cosecha: le ofrecemos una forma de hacerla más resistente.

2) La escuela. La estación de agua segura se vuelve excusa para la clase de ciencias. Se habla de humedad relativa, de condensación y de por qué el primer litro del día no debe desperdiciarse. Los niños aprenden a anotar datos, y el aula se convierte en laboratorio ciudadano.

3) El ayuntamiento. En la mesa técnica, la prioridad ya no es “traer más”, sino perder menos y usar mejor. Se programa la reparación de fugas invisibles, se planifica un verano con picos de demanda y se acuerdan puntos críticos donde una fuente complementaria —como el AWG solar— asegura continuidad sin camiones extra.


Lo que dejamos cuando nos vamos

No dejo una foto: dejamos rutinas. Un QR pegado al equipo conduce a los registros de calidad; la agenda del centro incluye el mantenimiento preventivo; el contrato explica cómo se paga por litros y por qué eso abarata frente al bidón y al plástico de un solo uso. Quien firma no solo compra agua: compra tranquilidad medible.

Tampoco dejo un discurso: dejamos números sencillos: cuántos litros/día, cuánto cuesta cada uno, cuántos kilos de CO₂ y botellas evitamos. Porque la sostenibilidad no se proclama: se verifica.


¿Alcanzará el agua para todos y para todo?

Sí, si somos capaces de hacer madurar el territorio. Eso significa agricultura con riego inteligente, redes que no sangren por fugas, fuentes complementarias en los lugares correctos, reglas claras y ciudadanía formada. Significa también entender que no existe “el problema del agua” en abstracto: existen casas, fincas, escuelas, centros de salud. Y en cada uno, una oportunidad de hacer que la gestión sea tan responsable como la tecnología es ingeniosa.

Cuando el sol baja, la maestra llena otra jarra. El grifo de la red ya suena mejor —hay menos consumo en horas pico, hay menos ansiedad— y la máquina sigue su zumbido de insecto paciente. Los niños salen al patio con sus cantimploras reutilizables. No celebran la novedad: celebran la continuidad.

Si algo aprendí desde 2018 es esto: la continuidad tranquiliza más que cualquier promesa.

El agua puede nacer del aire; el futuro nace cuando decidimos cuidarla todos los días.


Cómo colaboramos desde OIVA

Escríbeme y armamos una mesa técnica: en diez días tienes un prediagnóstico simple para decidir.

  • Mesas técnicas con ayuntamientos y comunidades de regantes para diagnosticar y priorizar.
  • Estaciones de agua segura en escuelas y centros de salud, con formación y mantenimiento incluidos.
  • Modelos por litro para empresas y entidades que buscan impacto medible y reportable.

Si esta historia te resuena, conversemos. Lo que cambia un territorio no es una máquina: es una comunidad que decide cómo quiere vivir su agua.

Gracias por sumar tu voz en esta semana y siempre.

🌐 Conoce más del programa: aguaparalavida.dialld.com

✉️ Escríbenos: aguaparalavida@dialld.com

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Aldo Villarreal es un líder visionario en sostenibilidad, energía renovable y soluciones tecnológicas ambientales. Trabaja con la firme convicción de que es posible transformar y sanar el planeta a través de la acción, la innovación y una visión ética del desarrollo. Su propósito es claro: dejar un mundo más limpio, justo e igualitario para las generaciones futuras. Con ese compromiso, dedica su conocimiento, energía y liderazgo a proyectos que convierten los grandes retos ambientales en oportunidades de cambio real y sostenible.