Ahora o nunca: energía limpia y economía viva
Por Aldo Villarreal, Presidente de OIVA
No es pedir a la gente que cambie la botellita o compre un híbrido. Es tomar decisiones de industria y de gobierno, con reglas claras y transparencia, para frenar una crisis que ya sucede.
En 2018, fui invitado a participar en el Caribbean Renewable Energy Forum (CREF), realizado en Miami. Allí compartí un mensaje sencillo: no hablo como experto, sino como ciudadano que quiere sumar soluciones reales ante la crisis climática. Ese mensaje hoy es aún más urgente.
La realidad innegable
Durante años tratamos el cambio climático como si fuera un problema superficial: algo que se disiparía si dejamos de mirarlo. No es así. Cada semana aparecen evidencias nuevas e innegables: sequías más intensas, océanos que se acidifican por el exceso de CO₂, inundaciones y olas de calor más frecuentes, y deshielos acelerados que superan previsiones. No es retórica ni histeria. Es un hecho. La comunidad científica lo sabe, la industria lo sabe, los gobiernos lo saben. Y nosotros —ciudadanía, empresas y organizaciones— debemos estar al lado de cada uno para cambiar el rumbo.
Lo que está en juego a escala global
La crisis climática ya compromete infraestructuras urbanas, sistemas productivos, cadenas de suministro, salud pública y seguridad hídrica y alimentaria. Litorales en riesgo de erosión, regiones con estrés hídrico crónico, ciudades con aire irrespirable y comunidades vulnerables expuestas a desastres. Romper este círculo vicioso exige liderazgo y políticas coherentes.
No es (solo) consumo responsable: es política de alto nivel
Para ser claros: esto no se resuelve pidiéndole a cada persona que cambie una botellita o que compre un coche híbrido. Importa el consumo, sí, pero el salto de escala lo dan las decisiones industriales y de gobierno. La magnitud del problema exige actuar “desde lo alto” con reglas, incentivos y sanciones que alineen a todo el sistema.
Cinco decisiones que cambian el tablero
- Poner precio real al carbono (o estándares equivalentes). Sin costo a la contaminación, contaminar siempre será más barato que hacer las cosas bien.
- Eliminar subsidios a combustibles fósiles y redirigir ese gasto a infraestructura limpia, resiliente y con beneficios sanitarios.
- Economía circular y saneamiento rigurosos. Cerrar vertederos abiertos, profesionalizar la gestión de residuos y aguas, y permitir valorización solo con límites estrictos de emisiones, monitoreo continuo y cumplimiento verificable.
- Acelerar renovables firmes + almacenamiento + eficiencia. Despliegue masivo de solar/eólica, baterías, redes inteligentes, y tratar la eficiencia como el “primer combustible”.
- Transparencia, trazabilidad y transición justa. Metas públicas, KPIs verificables, auditoría ciudadana y mecanismos para que trabajadores y comunidades vulnerables sean los primeros beneficiarios.
Cualquier país puede liderar
No hay un único camino ni una única tecnología. Pero sí una constante: cuando hay reglas estables, datos abiertos y financiamiento que premia resultados, la inversión llega, se crean empleos de calidad y se reduce la dependencia de importaciones energéticas. Es buena política climática y buena política económica.
Agua y energía: derecho y política pública inteligente
La transición no solo trata de megavatios: también de agua segura y servicios básicos. Las comunidades de menores ingresos deben recibir primero los beneficios: acceso a agua potable, tarifas energéticas justas, saneamiento real. Es la forma correcta —y económicamente más inteligente— de reducir vulnerabilidad, mejorar productividad y sostener la paz social.
Llamado final
Resolver esta crisis no es un tema de ideología. Es supervivencia. Es un momento de urgencia con un mensaje urgente: responder al mayor desafío de nuestra generación con decisiones ejecutivas, inversión seria y una ética pública de resultados. Ahora es el momento de actuar.
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