El cambio climático, la nueva amenaza para los derechos humanos
El cambio climático volvió a destacar en la agenda mediática hace dos meses, cuando Donald Trump anunció la salida de Estados Unidos de los acuerdos de París. La principal réplica vino de Europa, dónde líderes de estado defendieron su compromiso contra el calentamiento global, que puede ser bien resumido con el “Make Our Planet Great Again” de Emmanuel Macron. El anuncio de Trump llegó en un momento en que los estados europeos están debatiendo sobre la legislación en materia de cambio climático, conocida como “Effort Sharing Regulation”. Se prevé que esta herramienta sea la hoja de ruta para alcanzar el nivel de emisiones acordado en los acuerdos de París antes de 2030. De estas negociaciones emerge una pregunta: ¿están siendo los estados de la Unión Europea realmente tan ambiciosos? Un reciente informe publicado por la EU Climate Leader Board señala parece indicar que quizá no lo suficiente.
Según el estudio, sólo Suecia, Alemania y Francia van en “la dirección correcta”, mientras que países como España, Italia, Polonia o la República Checa “presionan para debilitar la propuesta de la Comisión Europea, contrarrestando los esfuerzos de Europa para cumplir con los acuerdos de París”. El informe elabora un ranking sobre 100 puntos, en el que sólo Alemania, Suecia y Francia logran aprobar, con más de 50 puntos. España logra tan sólo nueve, con un esfuerzo catalogado como “muy pobre”.
El éxito o fracaso de los estados miembros con los acuerdos de París es relevante. De la amenaza del cambio climático deriva una amenaza contra los derechos humanos en el futuro. Un artículo de John H. Knox para el Observatori Social “la Caixa” asegura que los grupos vulnerables provocados por situaciones de pobreza, edad, género, origen social, discapacidad o grupos minoritarios o indígenas están más expuestos a los peligros del cambio climático. Es por ello que los objetivos de reducción de gases de efecto invernadero previstos en los acuerdos de París, según Knox, son acordes con la obligación de los estados europeos de “proteger los derechos humanos frente a los efectos nocivos del cambio climático, actuando de forma concertada en cumplimiento del deber de cooperación internacional”.
El periodista de The New York Times Brad Plumer, explica en un artículo cómo el número de días más de 35ºC aumenta, especialmente, en el hemisferio sur del planeta. Las consecuencias de este calor extremo supondrán peores cultivos, más demanda de energía por el aire condicionado, menos productividad en la economía e incluso podrían aumentar situaciones de conflicto y delincuencia.
La clásica dicotomía norte-sur adquiere, por lo tanto, un nuevo sentido. El hemisferio norte emite los gases de efecto invernadero mientras el sur paga las consecuencias del calentamiento global. Así lo señalaron los investigadores Barry S. Levy y Jonathan A. Patz en un trabajo publicado en 2015, en el que concluyen que el venidero aumento de las temperaturas afectará mucho más a los países pobres que a los desarrollados. El efecto de la crisis medioambiental sobre los derechos humanos se torna así evidente.
Según Levy y Patz, el cambio climático afectará a los derechos a la seguridad y a una vida digna; a la alimentación, ropa, vivienda, y a la sanidad. También a derechos civiles y políticos, a culturas y a lenguas minoritarias. Incluso representa una amenaza para los derechos de las mujeres: “en particular las mujeres que viven en zonas rurales de países subdesarrollados, quien son particularmente vulnerables a las consecuencias del cambio climático”, señala el estudio. En su artículo para el Observatori Social la Caixa John H. Knox coincide con esta ideacuando observa que “los peores efectos del cambio climático los aprecian quienes ya de por sí son vulnerables a causa de factores como la geografía, la pobreza, el género, la edad, el carácter indígena o minoritario, el origen nacional o social y la discapacidad”.
Otro estudio, realizado en 2007 para EcoHealth, señala que problemas de salud como malnutrición, malaria o diarrea también pueden derivar de la subida de las temperaturas. Por eso, nos encontramos ante una crisis ética o “deuda natural”, según los autores, entre países emisores de CO2 y países afectados.
Volviendo a Knox, el cambio climático es una amenaza incluso para la propia existencia de algunos estados insulares. El aumento del nivel del mar derivado del derretimiento de los polos cubriría las islas de agua, haciéndolas completamente inhabitables. Los habitantes de estos estados deberán ser realojados y derechos humanos “como la autodeterminación y el desarrollo” se verán gravemente afectados, señala el autor.
Los efectos serán de tal importancia que en algunas zonas del planeta será imposible vivir con dignidad. Por eso, expertos advierten de otra consecuencia del cambio climático: los refugiados medioambientales. Essam El-Hinnawi definía este término en un paper publicado en 1985 por la UNDP. El autor diferenciaba los refugiados medioambientales en tres tipos: los refugiados por un desastre natural, refugiados por la expropiación del entorno y refugiados por la deterioración del entorno.
De los tres tipos hay que preocuparse hoy. Los desastres naturales, en primer lugar, aumentan con el calentamiento global. Desde 2008 los desastres naturales provocan 26,4 millones de desplazados al año, según un informe de IDMCpublicado en 2015. Los refugiados por la expropiación del entorno son aquellos forzados a salir en bien de otros proyectos, como la construcción de presas hidroeléctrica o la modernización de territorios dónde viven grupos indígenas, según define en un paper Diane C. Bates en 2002. En el tercer grupo, según Bates, se prevé que factores como la deterioración de zonas rurales, cosechas o contaminación del agua conduzcan a un mayor número de desplazamientos en el futuro.
El acuerdo de París, como explica Knox, es el primer acuerdo sobre el clima que admite explícitamente la importancia de proteger los derechos humanos. Aún así, se queda corto, tanto por la poca exigencia en actuaciones como por el hecho de que radica en las decisiones de los estados. En otras palabras, la Unión Europea ha relegado a los estados miembros el nivel de compromiso que quieren adoptar con el cambio climático. Pero que Europa lidere la lucha contra el cambio climático parece indispensable, vista la opinión de los EEUU.
Aún se pueden conseguir efectos menos devastadores que los previstos si se reduce el nivel de emisiones. Pero algunas consecuencias ya son inevitables, así que hará falta desarrollar políticas para compensar esta ‘deuda natural’ que, en el futuro más inmediato, pondrá en riesgo el pleno disfrute de los derechos humanos por una parte importante de la población mundial.
Fuente: https://www.weforum.org/
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